viernes, agosto 08, 2008

Presidencia TV


Tarde o temprano caemos. Inocentemente cambiamos de canal en nuestro televisor. Nada interesante que ver. De repente, sin darnos cuenta nos detenemos ante un tipo musculoso que nos muestra el último aparato para sacar abdominales de acero con solo 10 minutos de ejercicio diario.

Al comienzo nos reímos de la exageración. Sabemos que esos cuerpos perfectos no se logran con diez minutos de ejercicio. Peor aun con esta extraña máquina que simula una mezcla de movimientos de patinaje, esquí y jogging. Pero por alguna razón, fuera de nuestro control, no cambiamos de canal. Seguimos viendo con atención. Escuchamos a una serie de felices usuarios que nos cuentan como sus vidas cambiaron desde que iniciaron sus ejercicios con este aparato. Y nos muestran sus fotos del antes y después. Increíble. ¿Dónde se fue toda esa grasa? El aparato nos empieza a interesar. Y cuando aparece esa famosa actriz recomendándolo, empieza a sonar aun más interesante. Si ella lo dice algo de cierto debe tener. Y lo mejor de todo, este fabuloso aparato entra convenientemente debajo de nuestra cama. Se lo dobla y listo. Y si llamamos en los próximos diez minutos, nos envían un juego de pesas gratis.

Hoy el fabuloso aparato descansa lleno de polvo en la bodega de la casa. Lo usamos durante una semana. Fue suficiente para saber que necesitaríamos bastante más de 10 minutos diarios de ese aburrido ejercicio para ver resultados.

La publicidad puede convencernos que necesitamos cosas inservibles. Sobre todo estos infomerciales que nos tienen embobados por varios minutos. Así, la gente compra desde super exprimidores de jugos y mágicos quita-manchas, hasta nuevas religiones. Los tele-predicadores brasileños de “Para de Sufrir” saben el poder que tienen estos infomerciales. Y mientras más se repitan y más los veamos, más convencidos quedaremos.

El gobierno ecuatoriano también ha sabido usar magistralmente la publicidad. Con una bien organizada y cohesionada estrategia comunicacional, nos venden promesas a toda hora del día. Todos los ministerios e instituciones gubernamentales están alineados a una misma línea y estrategia publicitaria. Hasta las empresas estatales que en teoría son independientes, como Alegro, se unen a la voz del gobierno. Así, ¿cómo no terminar comprando el mensaje presidencial?

En lo que va de este gobierno, a los ecuatorianos nos ha costado más de 14 millones de dólares las campañas oficiales donde nos repiten que la Patria ya es de todos. Más de lo que cualquiera de los últimos gobiernos ha gastado.

Según nos cuenta un reciente reportaje de diario El Universo, el gobierno hace seis horas de publicidad al día. Una reciente caricatura de Bonil en ese diario ilustra lo que vivimos a diario frente a nuestros televisores. Un niño echado en el sofá viendo tele dice quejándose: “Mamáaaa…son el colmo estos canales de televisión…a cada rato interrumpen con películas y noticieros…y no dejan ver tranquilo la propaganda del gobierno”. Nada más cierto. El gobierno se mete hasta en la sopa.

¿Hasta qué punto la popularidad del gobierno se basa en su publicidad y hasta qué punto en una real sensación de bienestar de la población? Es más, ¿hasta qué punto la sensación de bienestar de las personas se debe a una mejoría real en sus vidas, o a tener un gobierno que le dice todo el día que la vida está mejor, que el cambio y el bienestar ya están llegando?

Salvo que vivamos aislados de la realidad nacional, viendo cable el día entero y escuchando nuestro iPod en lugar de la radio, camino al trabajo, es prácticamente imposible evitar la publicidad del gobierno. Con más razón, la mayoría de familias ecuatorianas cuya principal fuente de distracción e información es la televisión nacional, no tienen escape a la publicidad oficial. El país desayuna, almuerza y cena con su Presidente Correa, con su socio País, su Sonríe Ecuador, su salud ya es de todos, su justicia ya es de todos, su Guayaquil ya es de todos, su revolución ciudadana, su ley de justicia financiera, sus bonos solidarios. ¿Cómo no terminar convencidos que la patria realmente ya es de todos? ¿Cómo no comprar esa inservible máquina de ejercicios después de tanta insistencia?

Ahora le toca su turno publicitario a la nueva Constitución. Si nos dicen todo el día que esta es la mejor constitución de la historia, que el oscuro pasado nacional quedará sepultado y que empieza una nueva era, ¿cómo no creerle? ¿Cómo no comprar este maravilloso aparato que hará nuestras vidas tan felices?

Mientras no exista un límite al gasto gubernamental en publicidad será difícil combatir este lavado colectivo de cerebros. En un país donde cada vez se leen menos diarios y pocos tienen acceso a Internet, la televisión controla los mensajes. Y este gobierno, con una campaña magistral y un gasto exagerado está controlando la televisión.

¡Llame ya! ¡Vote ya! La revolución ciudadana le garantiza felicidad instantánea con esta nueva constitución. Y no se despegue del televisor, que ya mismo viene la próxima promoción.


* Publicado en revista Clubes de agosto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Manuel Ignacio, por si acaso no te llegue el trackback, reproduje éste artículo en mi blog.

Saludos,